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La música conmueve el corazón de la gente. Nos deja ver lo que antes parecía invisible, y abre puertas que creíamos cerradas. Min-On se entusiasma, en cada concierto, por divulgar el arte proveniente de todo el mundo, y también por la gratitud de los miembros del público que se sienten alentados a empezar un nuevo capítulo en su vida.

Voces sublimes que transforman el corazón de una joven

En julio de 2014, las 29 cantantes selectas del famoso Coro de Niñas de Noruega llegaron al Japón y actuaron en 11 ciudades del país. En el concierto de Nagoya, una de las asistentas de la producción era una mujer joven de Ishinomaki, en la prefectura de Miyagi.

En 2011, un mes antes del terremoto y tsunami del Japón, había fallecido uno de sus seres queridos. La angustia fue tan profunda que la joven enfermó y no pudo seguir trabajando. Cuando parecía que las cosas no podían empeorar, se produjo el terremoto y tsunami que arrasó su pueblo natal, y una de las víctimas fue su amada abuela. La pérdida de un nuevo ser querido la arrastró a un dolor indescriptible. Además, aun cuando la región comenzaba a recuperarse lentamente luego del desastre, los medios de comunicación no dejaban de agitar el temor ante la catástrofe nuclear.

En 2012, en un evento de beneficencia se había grabado el tema emblemático «Las flores crecerán» (“Flowers Will Bloom”, en inglés), pero esta mujer no quería escucharla porque le traía recuerdos aterradores del desastre. Así, vivió los años siguientes tratando de olvidar el terremoto, aunque a la par se volvió incapaz de expresar su dolor y su duelo en palabras.

En esas condiciones, fue al concierto de Nagoya. La joven, de pie en la esquina del salón, comenzó a escuchar con detenimiento las voces cristalinas del Coro de Niñas de Noruega, y fue como si su corazón se limpiara.
Las niñas, entonces, cantaron en japonés «Las flores crecerán», la canción que la mujer tanto trataba de negar. Habían ensayado mucho para cantar correctamente en el idioma de los espectadores. Y de algún modo la letra, interpretada por las niñas noruegas, penetró en su corazón con un significado nuevo:

Alguien canta; oigo su emotiva voz.
que alivia un corazón desconsolado.
Alguien sonríe; veo su rostro radiante
que contrasta con la pena y el dolor.

Las flores crecerán; sí, lo harán; sí, lo harán.
Para ti, que nacerás algún día,
las flores crecerán; sí, lo harán; sí, lo harán.
Oh, ¿qué te he dejado en este mundo?

La mujer, al oírlas cantar, no pudo contener las lágrimas.

Luego, en la recepción, sintió la necesidad de agradecerle personalmente al coro. Pudo conversar, gracias a un intérprete, con varias de las miembros, entre ellas la cantante principal, Anne Karin Sundal-Ask.

Les contó que Ishinomaki era su pueblo natal y que había perdido a un ser amado en el desastre; les dijo cuánto la habían conmovido sus voces y puso en palabras el juramento de vivir al máximo, por sus seres queridos y por ella misma. Sobre todo, quiso hacerles saber que «Las flores crecerán» la había emocionado y alentado.

Anne Karin Sundal-Ask la escuchó con sinceridad y le dio un fuerte abrazo, mientras sus compañeras lloraban impactadas.

Unos días después, la joven envió una larga carta a Min-On, explicando que, ese día, la música le había permitido sentir qué era un «corazón que atesora la paz». El Coro de Niñas de Noruega le había enseñado que una canción puede transmitir un profundo sentimiento espiritual. A pesar de que todo el mundo insiste en que no se debe olvidar el terremoto, la mujer por fin entendió que, tratando de ignorar el desastre, en realidad lo traía a su mente todo el tiempo.

La seriedad con que las niñas escucharon su historia la había emocionado, aun cuando la única respuesta directa que recibió fue un simple «Gracias». Declaró que, desde ese momento, deseaba contar esta historia con valentía y transmitir el increíble poder de la música, que ayuda a las personas a recuperarse espiritualmente y a ser felices.

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